lunes, 11 de agosto de 2008

Apuntes para la planificación socialista (Parte II)

Yasmín Chaurán


Sobre la propiedad:
No puede haber planificación socialista mientras la propiedad de los medios de producción estratégicos esté en manos privadas, pues la producción seguirá estando definida por las dueñas o dueños del capital.

Necesariamente se debe trascender este tipo de propiedad, incluida la propiedad colectiva privada, donde unas pocas personas son dueñas de mucha tierra o empresas y sólo ese grupo define la producción y se beneficia de ella, aún cuando muchas veces reciben financiamiento con dinero social (producido por el pueblo en su conjunto y suministrado por el Estado, a través de créditos). Las empresas denominadas medianas o pequeñas, así como las cooperativas, cumplen un papel limitado en el desarrollo de la producción, pero al profundizarse la revolución se requiere de mayor capacidad de respuesta a las necesidades del pueblo, lo cual plantea el escenario posible para la superación, aún a largo plazo, de este tipo de propiedad hacia la propiedad socialista, donde el beneficio sea realmente socializado equitativamente en el pueblo.

De manera que no hay que caer en engaños, hay dos tipos de propiedad centrales: la privada (individual o colectiva) y la social (del pueblo). Esta última puede ser asumida, según el grado de desarrollo de las condiciones subjetivas (conciencia revolucionaria y formación científico técnica de la clase trabajadora), por el Estado Socialista o incluso, en estadios más avanzados de desarrollo de la revolución, por el pueblo organizado con la clase trabajadora al frente.


Sobre las relaciones sociales de producción:
Para poner fin a la explotación, en la producción, hay que liberar el trabajo, lograr avanzar hacia la emancipación del trabajo, reivindicarlo como actividad que dignifica al ser humano, genera valor y crea satisfacción.

Si la explotación está basada en la apropiación privada de lo socialmente producido, para liberar el trabajo y con ello alcanzar relaciones de producción de cooperación, complementariedad y solidaridad, la vía es lograr que lo socialmente producido sea socialmente aprovechado y disfrutado, por quienes lo produjeron y por quienes más lo necesitan. De ahí que confrontar el carácter privado de la propiedad de los medios de producción resulta determinante para romper con las relaciones sociales de producción de explotación, ya que es imposible avanzar en la destrucción del capitalismo si no se atacan sus bases estructurales: la propiedad privada y la acumulación.


Sobre la división social del trabajo:
Está basada en un sistema de jerarquización tecnocrática, elitesca y burocrática desarrollado muy bien a lo largo de la maduración del capitalismo. Se nos ha hecho creer que nacimos con ciertas características particulares que sólo nos permiten asumir ciertas tareas; esto ha servido de excusa para perpetuar a algunas personas en las tareas operativas (mal llamado trabajo manual, como si al hacer algo práctico se dejara de pensar) y otras en las tareas de dirección (trabajo intelectual).

De esta misma forma se ha logrado alejar cada vez más la lucha del campo (sector campesino en lucha permanente por la tierra), de la lucha de las ciudades (millones de trabajador@s explotad@s en centros de producción y de servicios).

En la actualidad observamos cómo en algunas empresas del Estado (en transformación), se sigue enalteciendo la meritocracia tecnocrática, donde el mérito lo dan los títulos académicos, aún cuando algun@s meritócratas sientan el más alto desprecio por los intereses del pueblo. Esta institucionalización trajo como resultado que se crearan los llamados cargos de nómina mayor (con diferencias salariales algunas veces groseras) que si bien se aplican de manera concreta no obedecen a ninguna legislación vigente.

Esta excesiva jerarquización genera competencia individual. Por ello la trabajadora o el trabajador se preocupa más por obtener tantos títulos universitarios como sean necesarios para ascender jerárquicamente, sin dedicar tiempo alguno a la actividad social por quien, con su trabajo diario, aportó al PIB y con ello le financió los estudios en una escuela o universidad pública (la clase trabajadora).

Hay que lograr una organización del trabajo que permita desarrollar integralmente a cada trabajadora o trabajador, que facilite el aprendizaje colectivo y la cooperación, que rompa con el monopolio de ciertas tareas e informaciones, que posibilite el trabajo en equipo, que garantice la operatividad y fluidez de la producción, sin crear autómatas que sólo cumplen órdenes acríticamente, pues les está prohibido pensar, opinar y aportar ideas.

No existe contradicción alguna entre calidad, eficiencia y eficacia con participación colectiva, discusión permanente, crítica y autocrítica, rotatividad en las tareas (sobre todo de dirección) y otras formas de funcionamiento colectivo, por el contrario, es en estas prácticas que se logra avanzar firmemente en dirección a la calidad de gestión revolucionaria.


Sobre el desarrollo de las fuerzas productivas:
Es tarea fundamental, para la construcción de la nueva sociedad, el desarrollo armónico y sostenido de las fuerzas productivas, sobre todo en las áreas de mayor importancia estratégica para la soberanía y la autodeterminación de nuestro pueblo, con el gobierno revolucionario al frente, junto a la clase trabajadora.

La revolución debe garantizar un aprovechamiento racional y ético de las fuerzas productivas en beneficio de la sociedad en su conjunto, y la definición de una política de planificación de la producción que garantice la cobertura y satisfacción de las necesidades elementales para la vida de los seres humanos.

Para que esto sea posible se requiere, además de lo señalado anteriormente, de varios elementos:
1. Planificación de la economía, con miras a identificar las áreas de mayor importancia para el desarrollo, considerando con qué se cuenta y cuál es la necesidad real en tiempo y espacio. Lograr la optimización de los recursos.
2. Desarrollo sostenido de la ciencia y la técnica, masificando la educación y a la vez dirigiéndola a las áreas identificadas como prioritarias. Romper el monopolio de la información.
3. Inversión suficiente y oportuna en las áreas previamente definidas, en la proporción establecida.
4. Implementación de un sistema de acompañamiento, evaluación y control de los procesos productivos, administrativos, políticos y sociales que garanticen que no se desvíe la política social ni la inversión económica.
5. Participación social en la definición de estos procesos para garantizar su pertinencia y viabilidad en el tiempo.


Sobre el carácter de la distribución en la producción:
Un asunto de vital interés en la construcción socialista es la distribución de lo producido (sin importar la forma que adopten aún las relaciones de producción). En este sentido se reafirma la necesidad histórica de reivindicar que la distribución no es un aspecto complementario de la producción y que por tanto no debe ser abordado después que esta se realiza, más bien la producción debe partir de ahí, es decir, es la necesidad y la realidad concreta o posible, lo que debe determinar la producción (cantidad, tipo, características particulares) y no al revés.

Partiendo de la Planificación como herramienta revolucionaria de alto grado, queda claro que un aspecto determinante en ella es identificar y determinar a quién va dirigida la producción (al pueblo y no sólo a quien pueda pagar un precio determinado), y con ello se definen las características de los productos para que puedan satisfacer esas necesidades, las cantidades necesarias (de acuerdo a la capacidad de producción), la forma de hacer efectiva esa distribución justa y equitativa (garantizar más a quien más lo necesita y quien menos tiene para comprarlo en otro lugar), en fin, es éste el centro de la planificación.

Pero no sólo se distribuye la mercancía producida; también en la administración de los recursos públicos debe garantizarse el carácter revolucionario y equitativo de la distribución. Para ello, el Estado debe definir una política de priorización de atención (que trascienda el asistencialismo, que sea inclusiva, integral) a los sectores del pueblo con menores posibilidades materiales para vivir dignamente. De ahí que las Misiones hayan tenido y siguen teniendo aún (hasta que se desarrollen las políticas del Estado Socialista, generando la evolución positiva de las Misiones o superándolas) un aporte importante en la dignificación de la vida de millones de venezolan@s.

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