lunes, 11 de agosto de 2008

Editorial

Nos encontramos en tiempos de elección, de decisión, de lucha. «Necesario es vencer», frase célebre muy mencionada en esta revolución. El PSUV es una necesidad concretada, necesidad emergida del pueblo sediento de igualdad y de justicia social.

La pasada jornada del 1º de junio quedará en la historia como el día en que millones de revolucionarias y revolucionarios salimos a votar para hacer cumplir los programas elaborados desde las entrañas de nuestro pueblo, por miles de batallones socialistas y organizaciones de base que día a día hacen la revolución, practicando valores de cooperación, solidaridad, respeto; discutiendo los problemas y proponiendo las mejores soluciones; defendiendo este proceso hasta con la vida cada vez que ha sido necesario; entendiendo que la transformación de nuestra sociedad pasa por la democracia popular, participativa y protagónica consagrada en nuestra Constitución.

No votamos por personas, votamos por programas. Votamos por nuestras propuestas reflejadas en esos programas, para atender los problemas de las comunidades donde vivimos, de nuestros municipios y de nuestros estados. Atrás tienen que quedar definitivamente los gobiernos pensados desde las gobernaciones y alcaldías tradicionales, sin participación de nuestra gente, sin el color y sin el sabor de nuestro noble pueblo.

Los batallones socialistas deben involucrarse activamente en la definición de las políticas regionales, como célula fundamental de nuestro partido. Y quienes resultaron electas y electos, deben facilitar ese proceso, abriendo paso también a las numerosas organizaciones de base que han surgido al calor de nuestra revolución y al pueblo todo.

Debemos tener siempre presente que las revoluciones las hacen los pueblos. Los partidos revolucionarios, como vanguardia, debemos orientar de la mejor manera ese proceso, con estudio y dedicación, humildad y compromiso revolucionario, haciendo cada vez más colectivas nuestras decisiones; sobreponiendo los intereses comunes a los intereses particulares; procurando la elevación progresiva de los niveles de conciencia; entendiendo que sólo un pueblo conciente y organizado es capaz de sostener una revolución, de soportar los embates de los enemigos internos y externos, de producir cambios estructurales que supongan la superación del sistema capitalista, para construir progresivamente nuestro socialismo.

Las alcaldías y gobernaciones deben pintarse de pueblo, haciendo analogía con la célebre frase de Ernesto Guevara. Cada política, cada presupuesto, debe partir de los diagnósticos hechos por la misma gente; cada decisión debe estar impregnada de la sabiduría popular.

Apostamos porque l@s candidat@s elect@s viabilicen las necesidades provenientes de los diagnósticos comunitarios emanados de todas las formas de organización revolucionaria, para recuperar los espacios perdidos; que se apeguen a los principios, a la moral, a la ética revolucionaria, capaz de promover cambios en las actuales relaciones de producción; y que, por sobre todas las cosas, con palabras claras y sencillas haga de la practica política un hecho de enseñanza-aprendizaje para así construir la mujer nueva y el hombre nuevo que logren vencer la falsa conciencia cimentada por el capitalismo.

Queremos pequeños bolsillos y grandes esfuerzos para alcanzar la suprema felicidad social.

Que no se olvide que la batalla electoral es con el imperio enemigo y la patética e insistente oposición servil venezolana, por lo que no debe agotarse y desgastarse la militancia; todo lo contrario, debe engrandecerse para pasar de posición defensiva a posición ofensiva, evitando caer en la vanidad del que ya se cree vencedor.

Aportes para la construcción de una Universidad Popular

Oliver Rivas


A todas luces resulta importantísima la discusión sobre la política de la revolución hacia la educación (el horizonte programático revolucionario en el ámbito educativo), pero además reflexionar-actuar sobre como la educación incide en la transformación revolucionaria. Partir de esta contradicción nos ayuda a entender por qué la educación universitaria que tenemos –inclusive en la UBV/Misión Sucre- no es todavía «la educación de la revolución» y, a la vez, cómo y en qué medida ésta puede aportar a los cambios profundos que se gestan y avanzan en la sociedad venezolana y latinoamericana.

Tanto en las universidades nacionales autónomas como en las universidades creadas en los últimos años tiene profunda vigencia la discusión sobre la necesidad de una universidad popular. Una universidad que no sólo parta de los saberes populares (sistematizados por la academia o no), sino que a ellos vaya para transformar la realidad, en una relación de diálogo sincero, que potencie la organización del pueblo oprimido para la lucha social. Si la UCV, ULA, LUZ, UDO, USB, que existen desde hace muchos años, o la UBV/Misión Sucre, UNEFA, nuevecitas todas, son universidades populares para la emancipación de la clase explotada o no, es la pregunta que deberíamos hacernos para generar las respuestas y el qué hacer revolucionario concreto.

Por un lado, en las universidades autónomas la oposición ha hostigado a las fuerzas progresistas y revolucionarias hasta acorralarlas parcialmente. La izquierda revolucionaria pasó de ser hegemónica en el frente universitario a ser resistencia. Principalmente porque las universidades nacionales autónomas (que concentran mayor parte del estudiantado) en su mayoría han sufrido privatizaciones de hecho (restricción del ingreso, horarios inflexibles, costo del estudio…) y secundariamente, por los errores tácticos recurrentes de la izquierda en este ámbito. Sin embargo, la lucha en las universidades nacionales autónomas sigue siendo contra una praxis educativa colonizante, enajenante, aristocrática, inquisidora. Una praxis que lacera notablemente hasta a los estudiantes de la supuesta clase media (aquella parte de la clase trabajadora que cree que sólo por aspirar a ser rica, ya lo es). Todo intento de cambio debe trascender a lo reivindicativo y transformar esa praxis, pero los elementos constitutivos sólo van emerger de la lucha misma. El ingreso libre e irrestricto es indispensable para lograr la presencia contrahegemónica de las clases que no se ven favorecidas por esa universidad de los «otros», los colonizadores.

Por otro lado, en las universidades de «nuevo tipo», la dinámica tradicional genera una contradicción entre lo que dice que deben ser y lo que realmente son la UBV/Misión Sucre, UNEFA y otras. Los lastres burocráticos que imponen la presencia y la lógica de los estudiosos expertos que casi nunca tienen relación con luchas reales, convierten la intención de una universidad al servicio de la lucha de los pueblos, en una mofa. Se termina imponiendo el saber académico y la praxis constituida, de la más pura división social del trabajo, entre los que saben y los que no saben (porque no tienen título), entre los que dirigen y los dirigidos, el anti-diálogo, la contradicción teoría-praxis, y la negación de la condición de sujeto de los y las estudiantes. En muchos casos, ni siquiera se discute, sólo se reproduce mecánicamente una cultura heredada. Además, se da como una universidad hecha, de forma que no involucra al estudiante para hacerla. Por tanto, tiene también vigencia una universidad que rompa definitivamente con la herencia hegemónica occidental y se convierta en la plataforma de apoyo a las luchas sociales, no como un concepto para tener 20, sino como una realidad. Una universidad que mediante el diálogo con y desde los movimientos sociales sea la palanca de transformación social que NO ES.

En ambos casos, hablamos de una Universidad Popular, donde no sólo entre el pueblo, sino que se haga desde las aspiraciones, deseos y necesidades del pueblo. Por eso, sólo nos queda…

¡LUCHAR, LUCHAR, POR UNA UNIVERSIDAD POPULAR!

Elecciones PSUV: hacia la democracia popular

Julio Valecillo


La historia plena de la sociedad ha sido la historia de la lucha de clases, la historia de la disputa de dominador@s contra dominad@s y viceversa. Hoy, en el marco de la sociedad capitalista, vemos cómo un grupo de privilegiados nos explota y roba nuestra fuerza de trabajo, nos quita nuestras tierras y condena a millones a vivir en la miseria.

Ante esta realidad, la revolución -si es socialista- debe contemplar como uno de sus objetivos fundamentales, la conquista de la verdadera democracia, la democracia de las mayorías, no la caricatura impuesta por la clase dominante a lo largo de la historia.

El pasado 1° de junio se dio otra expresión de la lucha contra la explotación y por la consolidación de una democracia popular. Las fuerzas revolucionarias impulsaron a lo interno del PSUV un proceso interesante de debate, de confrontación de ideas, de definición de tácticas en el marco de una estrategia de clase.

Si algo le debemos a Marx es la guía que dejó a las masas explotadas para comprender que la sociedad no se transforma con solicitudes serviles a la clase explotadora, que la sociedad no se transforma gracias a la mejora económica de la clase explotada, sino que la lucha debe darse con la guía de un programa revolucionario, que permita garantizar el éxito de nuestra clase sobre la burguesía, conquistar todo el poder y así destruir toda presencia del Estado burgués. «No puede haber un fuerte partido socialista sin una teoría revolucionaria que agrupe a todos los socialistas, de la que éstos extraigan todas sus convicciones y la apliquen en sus procedimientos de lucha y métodos de acción». Lenin

Teoría que orientará nuestros pasos y romperá con toda improvisación, que a final de cuentas favorece a las clases dominantes y a esos sectores que coexisten a lo interno de las filas revolucionarias camuflados como revolucionarios.

Para definir una propuesta coherente y sólida que dé continuidad a la revolución, es necesario revisar y reconstruir en conjunto esa guía general; es ahí donde radica la importancia del programa de la revolución y de cómo cada militant@ socialista asume el programa máximo y mínimo, como también la línea política del partido, a favor del pueblo.

Ese pueblo que participa cada día más y necesita contar con nuevas figuras en los espacios de dirección; personas que estén consustanciadas con la realidad que les arropa. Gobernaciones y Alcaldías al servicio del pueblo explotado y no al servicio de las élites. Para ello se requiere dar una lucha frontal contra el oportunismo, el sectarismo y por la opción que garantice los intereses de la mayoría.

Es tarea fundamental de l@s revolucionarios, trabajar de lleno tanto en el PSUV como en todos los espacios organizativos que permitan fortalecer nuestra conciencia de clase, así como garantizar la marcha y consolidación de la revolución y la lucha antiimperialista. Ese trabajo debemos orientarlo día a día hacia las masas de trabajador@s, campesin@s y estudiant@s como expresión de ese pueblo que somos.

«Es necesaria la creación de una firme mentalidad de poder en el seno de las clases populares, una mentalidad patriótica, socialista y progresista». Hugo Chávez.

El pensamiento revolucionario sólo se formará con la participación, con el compromiso, con la guía de l@s que den sus aportes para construir el socialismo, con la definición de nuestros objetivos como clase, con la revolución como prioridad.

Nunca debemos olvidar que ésta es una tarea a largo plazo y que se requiere de la lealtad al pueblo y de la unidad revolucionaria, sin hacer concesiones de ningún tipo, con la promoción de la crítica y la autocrítica como guías fraternas para mejorar a diario. Que sean este noviembre y siempre los intereses revolucionarios los que prevalezcan.

Bolivia y los opinólogos

Roosvelt Barboza


El drama que vive Bolivia debiera servir para ilustrarnos. Estamos, los que presenciamos desde lejos los hechos que ahí se dan, observando la cruenta lucha que dan quienes no están dispuestos a permitir una merma en sus enormes y abundantes privilegios, prerrogativas y prebendas por ningún motivo, pero menos todavía, si es para que con ellos se asista a quienes nunca fueron otra cosa que desharrapados, desheredados de todos esos ricos bienes que guarda su patria en las entrañas.

Los medios en general, prensa escrita, oral o televisada, nos relatan algo distinto a lo que percibimos de las pocas imágenes que nos llegan. No mencionan que Bolivia, en su pobreza, sólo antecede en el escalafón de América en su pauperismo, a Haití. Que esas masas que hoy se han levantado, han sido víctimas desde siempre de las más crueles injusticias que ningún ser humano merece padecer.

Nos muestran esos falaces medios como intransigente a quien ha demostrado una tolerancia suprema con una oposición que no halla ya insulto nuevo que supere la anterior afrenta para endilgársela, como les es ya rutina, a quien es nada menos que el Presidente de la República. Esa virulencia en Bolivia nunca se había visto. Menos todavía contra el Presidente.

Sobre la violencia que esa cruceña juventud manipulada y bruta ha practicado, ensañada con personas cuyo único «delito» es ser indígenas, los medios no sólo callan y ocultan esa brutalidad, sino que evitan hacer incluso un leve comentario al respecto.

Se nos han planteado algunas interrogantes sobre la conducta de los opinadores. Verlos, con suma impudicia excretando sus mentiras, nos ha hecho sentir vergüenza; vergüenza pensando en sus hijos, si es que los tienen, especulando sobre cómo les mirarán la cara y sus ojos, cuando han manipulado la credibilidad de sus receptores, que han recurrido a ellos tratando de comprender un conflicto que cada vez se lo adulteran más. Hay algunos que baten todos los récords con su descaro y que citaremos luego de una aclaratoria previa.

Señaló, hace ya mucho tiempo, uno de los hombres más dignos y más grandes paridos por nuestro Continente, que «estamos tan acostumbrados a vivir con la mentira, que cuando decimos la verdad, pareciera que el mundo estallara en pedazos». Esas fueron palabras de Fidel que hacemos nuestras hoy aquí. En tanto a aquellos que mienten no les gritemos en su rostro que son embusteros, ellos seguirán tranquilos con su mendacidad a cuestas esparciéndola por doquier.

Escribíamos lo anterior pensando en dos mentirosos. Uno siempre con una sonrisa expeliendo sus mentiras; en tanto el otro con el odio reflejado en su cara. El primero, Julio César Pineda, carece -además de vergüenza, que es lamentable- de credibilidad, para fortuna de la verdad; mientras que el segundo, Gerardo Arellano, muestra en ese odio complejos que habría que desentrañar, pues se le dice profesor. Si lo fuera, nos explicaría, en parte, la razón de las carencias que nos exhiben los jóvenes de la universidad de la cual este personaje sería docente. Para Pineda, según nos dice él, el referéndum realizado en Santa Cruz fue ejemplar y con otras sandeces, refiriéndose al mismo, nos indica la indigencia de sus valores.

Arellano dice que el proyecto de Constitución aprobado en el Congreso de la República es inconstitucional, para pasar a hablar luego del referéndum santacruciano como algo apegado al más estricto orden legal. Son mentirosos inverecundos, pero además son canallas, pues con sus palabras defienden un orden de expoliación y oprobio que condujo a esa nación a estadios de miseria que Evo Morales pretende, con un enorme esfuerzo, dejar atrás.

Señalan estos pícaros que ese referéndum no es secesionista, que sólo procura cierta autonomía. Veamos algunos detalles de su articulado y sea usted que lee, quien saque su conclusión.

El Estatuto autonómico pretende imponer una «ciudadanía» cruceña, una educación sólo para aquellos que vivan en ese departamento, retener los impuestos nacionales a favor de esa región, un régimen electoral propio, administrar los recursos naturales en su exclusivo beneficio, conceder los títulos de propiedad de la tierra -que es potestad presidencial- y la formación de una policía departamental bajo su mando. Si esto no es un intento de secesión, resultará en el futuro muy difícil definir qué sí lo es.

Esta conspiración -lo que en verdad es- de los 100 clanes bolivianos, es la expresión de una clase que sabe con nitidez qué es lo que se dirime en esta confrontación. Es el fragor de la lucha de clases que la oligarquía pretende llevar hasta el derrocamiento de Evo.

Además de recuperar el predominio, hasta nomás ayer en sus manos, pretenden también impedir a toda costa el referéndum que estipulará la superficie máxima de tierra que legalmente se pueda poseer. Recordemos, para cerrar este trabajo, que menos de esos 100 clanes son propietarios, entre otras tantas cosas, de 25 millones de hectáreas de las mejores tierras del país, en tanto 2 millones de campesinos, en su mayoría indígenas, no poseen sino unas pocas hectáreas de malas tierras. La regulación, según se propone en el referéndum, sigue permitiendo el latifundio, pues la superficie estará entre 5 ó 10 mil hectáreas, que es en realidad un disparate por lo elevado de las cifras.

Finalizamos diciendo que en Europa, la propiedad máxima de tierra no supera las 100 hectáreas. Excepcionalmente España permite, cuando el cultivo se optimiza, hasta 300 hectáreas; más allá de esa cantidad, ni en sueños. Aprendamos de una vez cómo deben ser las cosas.

Apuntes para la planificación socialista (Parte II)

Yasmín Chaurán


Sobre la propiedad:
No puede haber planificación socialista mientras la propiedad de los medios de producción estratégicos esté en manos privadas, pues la producción seguirá estando definida por las dueñas o dueños del capital.

Necesariamente se debe trascender este tipo de propiedad, incluida la propiedad colectiva privada, donde unas pocas personas son dueñas de mucha tierra o empresas y sólo ese grupo define la producción y se beneficia de ella, aún cuando muchas veces reciben financiamiento con dinero social (producido por el pueblo en su conjunto y suministrado por el Estado, a través de créditos). Las empresas denominadas medianas o pequeñas, así como las cooperativas, cumplen un papel limitado en el desarrollo de la producción, pero al profundizarse la revolución se requiere de mayor capacidad de respuesta a las necesidades del pueblo, lo cual plantea el escenario posible para la superación, aún a largo plazo, de este tipo de propiedad hacia la propiedad socialista, donde el beneficio sea realmente socializado equitativamente en el pueblo.

De manera que no hay que caer en engaños, hay dos tipos de propiedad centrales: la privada (individual o colectiva) y la social (del pueblo). Esta última puede ser asumida, según el grado de desarrollo de las condiciones subjetivas (conciencia revolucionaria y formación científico técnica de la clase trabajadora), por el Estado Socialista o incluso, en estadios más avanzados de desarrollo de la revolución, por el pueblo organizado con la clase trabajadora al frente.


Sobre las relaciones sociales de producción:
Para poner fin a la explotación, en la producción, hay que liberar el trabajo, lograr avanzar hacia la emancipación del trabajo, reivindicarlo como actividad que dignifica al ser humano, genera valor y crea satisfacción.

Si la explotación está basada en la apropiación privada de lo socialmente producido, para liberar el trabajo y con ello alcanzar relaciones de producción de cooperación, complementariedad y solidaridad, la vía es lograr que lo socialmente producido sea socialmente aprovechado y disfrutado, por quienes lo produjeron y por quienes más lo necesitan. De ahí que confrontar el carácter privado de la propiedad de los medios de producción resulta determinante para romper con las relaciones sociales de producción de explotación, ya que es imposible avanzar en la destrucción del capitalismo si no se atacan sus bases estructurales: la propiedad privada y la acumulación.


Sobre la división social del trabajo:
Está basada en un sistema de jerarquización tecnocrática, elitesca y burocrática desarrollado muy bien a lo largo de la maduración del capitalismo. Se nos ha hecho creer que nacimos con ciertas características particulares que sólo nos permiten asumir ciertas tareas; esto ha servido de excusa para perpetuar a algunas personas en las tareas operativas (mal llamado trabajo manual, como si al hacer algo práctico se dejara de pensar) y otras en las tareas de dirección (trabajo intelectual).

De esta misma forma se ha logrado alejar cada vez más la lucha del campo (sector campesino en lucha permanente por la tierra), de la lucha de las ciudades (millones de trabajador@s explotad@s en centros de producción y de servicios).

En la actualidad observamos cómo en algunas empresas del Estado (en transformación), se sigue enalteciendo la meritocracia tecnocrática, donde el mérito lo dan los títulos académicos, aún cuando algun@s meritócratas sientan el más alto desprecio por los intereses del pueblo. Esta institucionalización trajo como resultado que se crearan los llamados cargos de nómina mayor (con diferencias salariales algunas veces groseras) que si bien se aplican de manera concreta no obedecen a ninguna legislación vigente.

Esta excesiva jerarquización genera competencia individual. Por ello la trabajadora o el trabajador se preocupa más por obtener tantos títulos universitarios como sean necesarios para ascender jerárquicamente, sin dedicar tiempo alguno a la actividad social por quien, con su trabajo diario, aportó al PIB y con ello le financió los estudios en una escuela o universidad pública (la clase trabajadora).

Hay que lograr una organización del trabajo que permita desarrollar integralmente a cada trabajadora o trabajador, que facilite el aprendizaje colectivo y la cooperación, que rompa con el monopolio de ciertas tareas e informaciones, que posibilite el trabajo en equipo, que garantice la operatividad y fluidez de la producción, sin crear autómatas que sólo cumplen órdenes acríticamente, pues les está prohibido pensar, opinar y aportar ideas.

No existe contradicción alguna entre calidad, eficiencia y eficacia con participación colectiva, discusión permanente, crítica y autocrítica, rotatividad en las tareas (sobre todo de dirección) y otras formas de funcionamiento colectivo, por el contrario, es en estas prácticas que se logra avanzar firmemente en dirección a la calidad de gestión revolucionaria.


Sobre el desarrollo de las fuerzas productivas:
Es tarea fundamental, para la construcción de la nueva sociedad, el desarrollo armónico y sostenido de las fuerzas productivas, sobre todo en las áreas de mayor importancia estratégica para la soberanía y la autodeterminación de nuestro pueblo, con el gobierno revolucionario al frente, junto a la clase trabajadora.

La revolución debe garantizar un aprovechamiento racional y ético de las fuerzas productivas en beneficio de la sociedad en su conjunto, y la definición de una política de planificación de la producción que garantice la cobertura y satisfacción de las necesidades elementales para la vida de los seres humanos.

Para que esto sea posible se requiere, además de lo señalado anteriormente, de varios elementos:
1. Planificación de la economía, con miras a identificar las áreas de mayor importancia para el desarrollo, considerando con qué se cuenta y cuál es la necesidad real en tiempo y espacio. Lograr la optimización de los recursos.
2. Desarrollo sostenido de la ciencia y la técnica, masificando la educación y a la vez dirigiéndola a las áreas identificadas como prioritarias. Romper el monopolio de la información.
3. Inversión suficiente y oportuna en las áreas previamente definidas, en la proporción establecida.
4. Implementación de un sistema de acompañamiento, evaluación y control de los procesos productivos, administrativos, políticos y sociales que garanticen que no se desvíe la política social ni la inversión económica.
5. Participación social en la definición de estos procesos para garantizar su pertinencia y viabilidad en el tiempo.


Sobre el carácter de la distribución en la producción:
Un asunto de vital interés en la construcción socialista es la distribución de lo producido (sin importar la forma que adopten aún las relaciones de producción). En este sentido se reafirma la necesidad histórica de reivindicar que la distribución no es un aspecto complementario de la producción y que por tanto no debe ser abordado después que esta se realiza, más bien la producción debe partir de ahí, es decir, es la necesidad y la realidad concreta o posible, lo que debe determinar la producción (cantidad, tipo, características particulares) y no al revés.

Partiendo de la Planificación como herramienta revolucionaria de alto grado, queda claro que un aspecto determinante en ella es identificar y determinar a quién va dirigida la producción (al pueblo y no sólo a quien pueda pagar un precio determinado), y con ello se definen las características de los productos para que puedan satisfacer esas necesidades, las cantidades necesarias (de acuerdo a la capacidad de producción), la forma de hacer efectiva esa distribución justa y equitativa (garantizar más a quien más lo necesita y quien menos tiene para comprarlo en otro lugar), en fin, es éste el centro de la planificación.

Pero no sólo se distribuye la mercancía producida; también en la administración de los recursos públicos debe garantizarse el carácter revolucionario y equitativo de la distribución. Para ello, el Estado debe definir una política de priorización de atención (que trascienda el asistencialismo, que sea inclusiva, integral) a los sectores del pueblo con menores posibilidades materiales para vivir dignamente. De ahí que las Misiones hayan tenido y siguen teniendo aún (hasta que se desarrollen las políticas del Estado Socialista, generando la evolución positiva de las Misiones o superándolas) un aporte importante en la dignificación de la vida de millones de venezolan@s.

La integración energética y el papel de la clase trabajadora

Ernesto Silva


La creciente contaminación y emanación de gases tóxicos al ambiente, unida a los
procesos de desertificación y deforestación, en constante aumento, son desde hace más de 50 años algunas de las causas del desgaste sistemático de nuestro planeta, en un proceso continuo de agotamiento de los principales recursos naturales que permiten la existencia de la vida humana, animal y vegetal.

En torno a los recursos naturales que nos proporcionan energía, existe una inclinación mundial por explotar hidrocarburos, que por sus costos de producción, almacenamiento y distribución representan, desde el punto de vista económico, la forma más rentable de producción energética. El alto y creciente consumo de hidrocarburos para alimentar la inmensa demanda energética de EEUU, que consume el 26% de la producción mundial de petróleo, y de economías ascendentes como las de China, India y países europeos, está haciendo que las reservas de hidrocarburos existentes se agoten con mayor rapidez, lo que generará en un tiempo corto una inminente reducción de la oferta de hidrocarburos a nivel mundial. Esto, junto a otros factores como la especulación financiera, traerán consigo una afectación económica que se propagará a nivel mundial.

Venezuela es hoy el país con mayor potencial de reservas de hidrocarburos en el mundo y uno de los países con mayores posibilidades de crecimiento y desarrollo. Para las grandes potencias y los mayores consumidores de energía, es un apoderado estratégico que hay que controlar y dominar. Las políticas del gobierno revolucionario venezolano orientadas hacia el control total de la exploración, producción, almacenaje y distribución de hidrocarburos, impulsando la plena soberanía petrolera y el desarrollo de la industria nacional, con un enfoque estratégico de integración regional, son causa de incomodidad para las grandes multinacionales energéticas y para el imperialismo en toda su amplitud, que depende de Venezuela para alimentar su sed energética. Nuestro país es el tercer país suplidor de hidrocarburos de los Estados Unidos.

Las reservas probadas de petróleo de Venezuela en la actualidad son de 80 mil 582 millones de barriles y, al completarse el proyecto de certificación de las reservas de la Faja Petrolífera del Orinoco, se adicionarán 236 mil millones de barriles de crudos pesados y extrapesados, para conformar las mayores reservas de petróleo del planeta. De las estrategias llevadas en materia energética dependerá el futuro de la región suramericana y caribeña. Venezuela, por la cantidad de recursos energéticos que posee, juega un papel fundamental en el proceso de unificación regional, como suplidora de hidrocarburos y como impulsora de políticas de integración.

Hasta los momentos el gobierno revolucionario ha sido el encargado de alentar esas políticas energéticas integradoras, pero quedan algunas incógnitas por responder:

¿Cuál es el papel que vienen jugando las trabajadoras y los trabajadores de nuestro país y, específicamente, de la industria petrolera, como garantes de que esas políticas se cumplan a cabalidad?
¿Cuántas de esas políticas han sido generadas desde la organización conciente de las trabajadoras y los trabajadores?

¿En qué medida apoyarían las trabajadoras y los trabajadores a impulsar y afianzar esas políticas energéticas?

El papel que juega toda la masa laboral es indispensable para alcanzar ese objetivo estratégico de unidad regional, no sólo desde lo energético, sino en los ámbitos económico, político y social.

Las relaciones sociales que se reproducen en el seno de las empresas del Estado y, específicamente, en la industria petrolera, han estado dominadas históricamente por concepciones y modelos de producción capitalistas, sujetos a posiciones epistemológicas que alejan la investigación del proceso mismo de producción de conocimientos en función de transformar la realidad. Existe una relación inseparable entre los sujetos de la clase trabajadora, compuesta por personas que ocupan puestos de dirección y quienes se desempeñan en el resto de la cadena productiva. La distancia que separa estas posiciones en la producción debe hacerse más corta a medida que se innova en la creación de una Empresa Petrolera Socialista.

En el proceso de producción social no sólo surgen relaciones económicas, sino que también se hacen presentes las relaciones políticas, ideológicas, psíquico-sociales, jurídicas, territoriales, nacionales, entre otras. Es de suma importancia que en el proceso de creación de un nuevo modelo de empresa petrolera se constituya una Dirección de Producción Social, que abarque todos los componentes de la producción e involucre a todas y todos los participantes de la actividad laboral. Esta Dirección de Producción Social debe tener como elementos fundamentales las siguientes directrices:

- La planificación de la producción
- El conocimiento y uso de las leyes económicas objetivas
- El carácter social de los medios de producción
- Un objetivo único: el socialismo

Si toda la masa laboral, independientemente del lugar que ocupe en el proceso productivo, comparte unos mismos ideales, es decir, si se reproduce una unidad sociopolítica e ideológica conciente de las y los participantes en la producción, es posible lograr el objetivo: el Socialismo y la Integración Regional, tomando como arma principal las políticas energéticas impulsadas desde la Clase Trabajadora CONCIENTE.

El cine frente al mercado

Reinaldo González


En los últimos años se ha hecho común hablar de la globalización, palabra de origen inglés que en un principio se refería a la expansión de las empresas multinacionales, pero que luego pasó a definir el proceso de expansión de las relaciones políticas, económicas y sociales entre todas las naciones del mundo.

Al hablar de globalización, normalmente se menciona una aldea global en la que todos los países participan aportando elementos de sus culturas. Sin embargo, esta concepción está muy lejana de la realidad, pues los países desarrollados, valiéndose de su poder, han impuesto sus valores, costumbres y creencias, desechando cualquier elemento foráneo. Es por ello que no se habla de globalización, sino de homogeneización, o lo que es peor, «estadounidización», debido a la hegemonía que mantiene Estados Unidos en todos los ámbitos.

El cine latinoamericano no ha escapado a esta realidad. Progresivamente, desde 1970 hasta nuestros días, el Nuevo Cine surgido en los años sesenta al calor de la Revolución Cubana se ha visto obligado a ceder espacio a la «mano invisible del mercado», ante la imposibilidad de competir con las muy visibles empresas transnacionales no sólo en la producción de películas, sino en su venta, distribución y promoción.

A las desventajas económicas de nuestros países se sumaron, además, una serie de gobiernos subordinados a los intereses de las grandes potencias. «En los años setenta se fue extinguiendo el entusiasmo revolucionario de los años sesenta a medida que una ola de dictaduras militares fue barriendo Brasil, Bolivia, Uruguay, Chile y Argentina, obligando a muchos directores a readaptarse a las condiciones más duras del exilio» 1

De esta manera, los procesos de formación y crecimiento de realizadores y audiencias se vinieron abajo, y con ellos la conciencia progresista impulsada a través de cineclubes, filmotecas y publicaciones cinematográficas, la cual desafiaba las aspiraciones estadounidenses. ¿Coincidencia?

No obstante, el cine se benefició de un mayor apoyo estatal en países como Brasil, Cuba, México, Perú y Venezuela, lo cual se tradujo en el surgimiento de una nueva corriente. Según Encarta, «algunos realizadores continuaron su postura de oposición de la década anterior (la de los 60), pero la gran mayoría consiguió disfrazar su crítica social dentro de géneros más generales con una aceptación popular asegurada, como las películas de suspense, las comedias y los melodramas de trasfondo político» 2.

Esta tendencia, impulsada por numerosos directores que alcanzaron éxito nacional e internacional, se extendió hasta los años 80, destacándose, en Argentina, María Luisa Bemberg y Luis Puenzo; en Brasil, Ana Carolina, Tizuka Yamasaki y Suzana Amaral; en Perú, Francisco Lombardi; y en Venezuela, Román Chalbaud, Clemente de la Cerda y Fina Torres.

Pese a los logros alcanzados por muchos de estos cineastas, la ola neoliberal que ha sacudido a nuestro continente ha relegado sus obras. Se impone la dinámica del mercado, que privilegia a las grandes maquinarias globales en detrimento de los esfuerzos locales, desplazando no sólo los productos transables, sino los elementos culturales propios de cada región (cualquier parecido con «Lugares comunes» es pura coincidencia).

Sólo la organización popular, para generar procesos de reflexión y construcción colectiva que se traduzcan en la reivindicación de la identidad nuestroamericana, podrá contrarrestar los niveles de alienación «made in Hollywood». El apoyo del Estado para la concreción de políticas populares orientadas a la producción de contenidos cinematográficos con interés en la transformación social, es fundamental para la construcción del cine que necesitamos.


1. «Cine latinoamericano». Enciclopedia Microsoft Encarta 2001.
2. Idem

Bájale dos

Osly Hernández


Me dices «lucha de clases»
te digo bájale dos
explícamelo hermanito
pa’ entenderlo él y yo

No me pongas por las nubes
lo que pasa día a día
porque así no llega a nadie
el mensaje
la ideología.

Dime que el rico se queda
con lo que sudo en la tierra
con el fruto del trabajo
del obrero, de la obrera.

Que la plusvalía
no es sólo la ganancia
es el valor de la vida
que se consume en la fábrica.

Ese costo que no paga
el capital, el empresario
esos años arrancados
de la familia, del hermano.

Humillación acumulada,
guerra acumulada,
indignación acumulada,
devastación acumulada,
pobreza acumulada,
hipocresía acumulada,
¡Esa es la lucha de clases!
¡la arrechera de la masa!

BTV: algo más que un banco... ¡quebrado!

Ernesto J. Navarro


El Banco de los Trabajadores de Venezuela, tristemente recordado por sus siglas BTV evidenció, una vez más, que la partidización de las instituciones del Estado, durante los gobiernos del pacto de Punto Fijo, consolidaron los peores vicios republicanos y extendieron patente de corzo a la campeante y siempre impune corrupción.

Pero los casos de corrupción irresolutos más importantes de nuestra historia, tienen su escenario durante los gobiernos de Luis Herrera Campins (COPEI: 1979-1984), Jaime Lusinchi (AD: 1984-1989) y Carlos Andrés Pérez (AD: 1989-1994). Dentro de este marco se encuentra el caso de El Banco de los Trabajadores de Venezuela (BTV).

Ahora bien, mucha agua habría de correr debajo de los puentes para que los venezolanos pudiésemos conocer las primeras puntas de un raíd que terminó enmarañando a dirigentes políticos, sindicales, empresarios y las más prominentes representantes del «barraganato» presidencial... el esplendor de aquel pacto suscrito por adecos y copeyanos en la quinta de Rafael Caldera, dejaba escuchar el estertor más próximo a la muerte.

Génesis de la historieta
El BTV, fue una entidad bancaria creada en el año de 1966, pero que no es sino hasta el período 1978-1982 cuando cobra dimensiones de escándalo. Para este período, el BTV se posiciona como la primera entidad bancaria oficial del país, pero, sin una estructura sólida, que permitiera procesar y manejar el crecimiento y confiabilidad que ofrecieron a sus ahorristas.

Según el decreto de creación del Banco, esta entidad financiera tendría la misión de ser ...un ente financiero que ayude a la clase trabajadora menos favorecida, a través del fomento de ahorros de los trabajadores, de la construcción de viviendas para personas de bajos recursos, ayuda a la pequeña y mediana empresa, al cooperativismo, etc.

Es decir, el Estado venezolano asume la responsabilidad de crear un organismo que apoye las crecientes luchas de la clase obrera, en pro de sus justas reivindicaciones económicas y sociales. Por ello es que el BTV estrecha sus relaciones con la Confederación de los Trabajadores de Venezuela (CTV).

No obstante, esta «relación» deriva más bien en una especie de bunker que integran la CTV, el partido blanco y el BTV. En una página web de la Fundación Polar, cuya dirección es: www.fpolar.org.ve/nosotros/educacional/instituc/sindicatos.html, puede comprobarse esta conexión: “La creación del Banco de los Trabajadores (BTV), marcó un hito en la evolución de la CTV y consagró el control hegemónico asumido por Acción Democrática en esa central sindical”. Dicho control llegó a tal punto que para 1982 la CTV poseía un 57% de las acciones del banco.

A mediados de la década de los 80, el BTV tenía obligaciones que sobrepasaba su liquidez, se excedió en gastos publicitarios (incluso destacados venezolanos en las Grandes Ligas, fueron contratados para las campañas) lo que generó un aumento en el número de ahorristas y aumentó los ilícitos.

Luis Britto García, en un artículo titulado El matrimonio de Fedecámaras y la CTV escribe: «¿Y qué decir de la CTV? Durante medio siglo sus sindicaleros nunca elegidos por las bases desfalcaron entidades como el Banco de los Trabajadores de Venezuela y colaboraron con patronos y gobierno en vender huelgas mediante laudos arbitrales, en mantener el salario mínimo por debajo de la canasta básica, y en legitimar latrocinios»

Se destapa la olla
Para 1982 el BTV es intervenido. Al frente de las investigaciones está el destacado economista Domingo Maza Zavala. Los informes preliminares señalan, como uno de los responsables de la severa crisis experimentada por el BTV, al director del ente Eleazar Pinto.

Según el Diccionario de la Corrupción en Venezuela «dentro de las irregularidades presentadas se destaca la concentración para el otorgamiento de los créditos hacia los 3 principales deudores (Gobierno, una empresa filial del banco y CORACREVI- CTV). Luis Piñerúa Ordaz, famoso por creerse sin rabo de paja, parecía mantener siempre una cajita de fósforos en la mano, decidió enfilar baterías contra Eleazar Pinto e introdujo una denuncia ante el tribunal Décimo Segundo de primera instancia, por diversas irregularidades administrativas cometidas en el BTV durante su gestión.

Lo más curioso es que los verdaderos responsables de las calamidades más grandes causadas a los ahorristas y a la nación en general, apenas saldrían a luz pública en 1992.

Jueves 03/09/1992:
La página 18 de Últimas Noticias colocaba en sus seis columnas: «Salvaguarda dictó auto de detención a ex presidentes de la CTV y el BTV». Se hablaba de Antonio Ríos (dirigente adeco) y José Vicente Sánchez Piña, respectivamente, a quienes se acusaba de «presunta comisión de delitos de influencia» a propósito de una denuncia presentada esta vez por el ciudadano Ricardo Valbuena, ex gerente de Finanzas del BTV.

Unas dos semanas más tarde, la primera página de Últimas Noticias reseñaba la triste realidad de lo que era la justicia venezolana puntofijista: «En Libertad Ríos y Sánchez Piña por sometimiento a juicio». Luego de ello sobrevendría una avalancha de pronunciamientos. Carlos Andrés Pérez defendió a Ríos; en el congreso lo rechazaron. Caldera prometió pagar a los ahorristas. Los únicos que no figuraron en las páginas de los diarios, sino hasta 1997, fueron los estafados y la deuda al fisco nacional, que se elevó a 31 millardos de bolívares.
El informe de la Organización Internacional de los Trabajadores (OIT), que se titula: Queja contra el gobierno de Venezuela presentada por la Confederación Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL) en 1993, señala que «el dirigente sindical Antonio Ríos fue denunciado ante la Fiscalía General de la República por la Comisión Especial del Congreso de la República, a raíz de una denuncia de un gerente de finanzas y de créditos comerciales del Banco de los Trabajadores de Venezuela. La acusación de la Fiscalía se realizó por la presunta comisión por parte del diputado Antonio Ríos, de hechos punibles contra la cosa pública, en perjuicio del Banco de los Trabajadores de Venezuela».

En 1991, siendo Ríos diputado al Congreso venezolano, fue acusado de peculado y tráfico de influencias. Como consecuencia de las acusaciones, la Corte Suprema de Justicia ordenó el allanamiento de la inmunidad parlamentaria del ex presidente cetevista, «con objeto de seguirle juicio ante la jurisdicción ordinaria de salvaguarda del patrimonio público».

En el informe de la OIT queda sentada la injerencia de Carlos Andrés Pérez quién declaró, en medio de la turbulencia: «el Gobierno manifiesta que no considera que el Sr. Ríos haya cometido los delitos que se le imputan y que la acusación la realiza un fiscal que «por todo» ve delito».

No obstante, los intentos del gobierno no constituyeron obstáculos para que siguieran los juicios y el 13 de octubre de 1992, la PTJ detuvo al Ex Presidente del BTV José Vicente Sánchez Piña que luego fue trasladado al Reten del Junquito para cumplir su sentencia junto a otros imputados. Antonio Ríos estaba en cama tras sufrir un «atentado» que el gobierno de CAP se empeñó en endosar al Movimiento Bolivariano liderado por el candidato Hugo Chávez.

Fuentes:
- www.fpolar.org.ve/nosotros/educacional/instituc/sindicatos.html.
- Capriles, Carlos (1990): «Diccionario de la Corrupción en Venezuela, Tomo III». Consorcio de Ediciones Carriles. Caracas. Venezuela.
- www.venezuelanalitica.com
- www.oit.org.pe/sindi/casos/ven/ven15.html

La revolución es mujer

Kaybeliz López


A pesar de que el asiento de la Primera Dama quedó vacío y frío, el proceso de cambio ha avanzado de la mano férrea y grácil de las mujeres venezolanas, que no ha descansado para realizar cambios profundos en las comunidades excluidas por la derrotada aristocracia burguesa. Tanto así que «el Proceso» se rebeló y con orgullo se presentó ante el mundo como la Revolución Bolivariana Socialista de Venezuela.

Revolución que huele a tierra mojada y cosecha, a redes y agua salada, a cuaderno y sacapuntas; que se siente como barro en las manos y rápida como el hilo que se une para tejer la tela más sólida y colorida. Es madre creadora y protectora de cada hijo e hija de éste y todos los continentes.

Ver la estampa de una mujer, Luisa Cáceres de Arismendi, en nuestra moneda nacional, es una de las tantas reivindicaciones de nuestro pueblo. Era una niña cuando tuvo que luchar por su vida con dignidad, cruzó el país junto a su familia para escapar de la rapiña española.

Descalza, hambrienta, agotada y hasta aburrida quizás, caminó días y noches viendo morir a algunos de sus seres queridos durante este terrible éxodo. Llegó a Oriente y al tiempo se casó con Juan Bautista Arismendi, siendo víctima del Imperio -otra vez- al ser secuestrada para chantajear a su esposo. La joven pasó encerrada los meses de su embarazo y vio morir a su hija recién nacida en la frialdad de un calabozo. Jamás bajó la cabeza.

Una muchacha como muchas, a quien se le arrebató la niñez, la juventud, la vida misma por poder y dinero; una venezolana, como hoy, una colombiana, una afgana, una iraquí, una palestina, una israelí o una estadounidense, porque el Imperio también condena a sus ciudadan@s. Dijo una periodista, en la sección de Economía de CNN en español, que ahora en EEUU la clase media ha mermado progresivamente, cambiando y haciendo más crítica la diferencia entre los extremos: hay cada vez menos ric@s –pero más poderos@s- y más pobres -y empobrecid@s- con peores condiciones de supervivencia.

Como condenad@s están l@s estadounidenses a la ceguera, una miopía causada por el miedo y la xenofobia que su Gobierno continúa incrementando con medios de difusión parecidos –sino gemelos- a Globovisión y RCTV Internacional, entre otros, donde las desgracias del mundo son un show que insensibiliza a la colectividad mientras ganan millones para gastar en el shopping.

Y la vida de millones se continúa canjeando por dólares para el goce y el lujo de quienes exprimen nuestros recursos y secan la Tierra, y así como la joven Luisa, otras madres sobreviven a los adversos castigos del capitalismo, resistiendo y venciendo para reconstruir la familia y la patria.

Igualmente, la Revolución Bolivariana abraza a la América Latina y al mundo entero, enseñando el pensamiento y la obra de Bolívar, que busca la unión y el desarrollo integral como human@s, herman@s y habitantes de este planeta. Quien no es oligarca, capitalista, individualista, machista, destructor(a) y asesin@ -y, por supuesto, no pretende serlo- no teme a la Revolución.

La mujer y su labor infinita de crear conciencia y procrear vida a su paso, es el corazón rojo y fuerte que aviva la Revolución con pasión, entrega y amor. Chávez encontró en ella a su más grande y leal compañera.